viernes, abril 26, 2024

INTERNACIONALES

Sold Out: Trigo

La tapa de The Economist, una de las más importantes revistas (procapitalistas) de economía señaló un panorama desolador respecto de la crisis de alimentos a nivel mundial. ¿Qué está pasando?
Escribe: Belén, estudiante de Derecho UBA

En la Cumbre Mundial de Alimentación celebrada en 1996 la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estableció que la seguridad alimentaria existe cuando “todas las personas tienen acceso físico, social y económico permanente a alimentos seguros, nutritivos y en cantidad suficiente para satisfacer sus requerimientos nutricionales y preferencias alimentarias, y así poder llevar una vida activa y saludable.” De este concepto se desprenden cuatro dimensiones de la seguridad alimentaria: disponibilidad física de alimentos, acceso económico y físico a los alimentos, utilización de los alimentos y estabilidad en el tiempo en las dimensiones anteriores.

Actualmente en el mundo hay 690 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria. Estas personas no tienen un acceso regular a alimentos que les permitan crecer, desarrollarse y llevar una vida activa y saludable.

La inseguridad alimentaria se configura ante la falta de disposición de alimentos o la falta de disposición de los recursos necesarios para obtenerlos. Uno de los factores que más afectan a la producción de alimentos y, en consecuencia, a la seguridad alimentaria, es el cambio climático. Esto se debe que el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero conlleva la intensificación de fenómenos como inundaciones, sequías, olas de calor y tormentas. Los fenómenos derivados del cambio climático destruyen los cultivos, empobrecen el suelo y provocan el aumento de los precios de los alimentos.

En este contexto FAO sostiene que los efectos del cambio climático en la alimentación a su vez tienen graves efectos en la desnutrición, la cual podría afectar a millones de niños en 2050. Por otro lado, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo advierte que, como consecuencia del cambio climático, para 2080 600 millones de personas más podrían pasar hambre.

Ahora bien, en este marco de inseguridad alimentaria provocado por el cambio climático que azota al planeta y afecta a su población, se suman otros factores que encrudecen la situación. Uno de ellos es la guerra entre Rusia y Ucrania, la cual está cerca cumplir cuatro meses activa.

En este marco, Sara Menker, Directora General de Gro-Intelligence, declaró ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que la circunstancia de la guerra “echó leña al fuego que ya ardía desde hace tiempo” en lo que respecta a la escasez en reservas de alimentos como el trigo. En esta misma línea, la Organización de las Naciones Unidas alertó de que las reservas mundiales de trigo cayeron a su nivel más bajo desde el año 2008, señalando algunos especialistas que estarían quedando el equivalente a 10 semanas de reservas de trigo únicamente.

El contexto de guerra en Ucrania es tan significante en este punto dado que Ucrania es considerada “granero del mundo” y, junto con Rusia, representa un tercio de las exportaciones mundiales de trigo. Es por esto por lo que, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, acusó a Rusia de utilizar los alimentos como un arma. Desde ya que se trata del mismo EEUU que le pone la bota al cuello a países como la Argentina con el saqueo de la deuda externa y los planes de ajuste económico.

La invasión de Putin a Ucrania pone en tensión la tremenda dependencia de los combustibles fósiles que tiene el actual régimen imperialista de producción de alimentos: sea por su estructuración en producciones que atraviesan medio planeta en barcos; o por la energía eléctrica requerida para la refrigeración; o por los fertilizantes industriales nitrogenados que utilizan centralmente gas natural. El freno de la producción de uno de los “graneros del mundo”, y la colateral crisis energética desatada en Europa por la merma del suministro ruso, han hecho que la semana pasada los propios gobernantes de la Unión Europea también hayan salido a pronosticar hambrunas para los meses por venir en distintos continentes.

A esta situación se le suma el periodo de cruentas sequías causadas por el cambio climático en todo el mundo, las cuales están contribuyendo a la disminución de los recursos de trigo como está sucediendo de forma dramática en el Estado Español, que está adentrándose en uno de los años más calurosos de su historia, afectando particularmente la producción agrícola.

Atar los cabos que unen estos fenómenos es una tarea importantísima para el movimiento socioambiental en todo el mundo. Son el capitalismo y sus gobiernos quienes nos trajeron a este presente, y nos llevan a un futuro mucho más dramático aún.

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